Vuelve
a tentarme la desesperación: la idea de que esto no acabará
nunca, que no hay meta, que sólo hay pequeños fines
particulares por los que nos batimos. Se hacen pequeñas
revoluciones, pero no hay un final humano, no hay algo que
interese al hombre, sólo hay desórdenes. Es posible pensar
algo así. Ese pensamiento llega a tentarte sin cesar, sobre
todo cuando uno es viejo y le cabe pensar: pues bien, de
cualquier forma, voy a morir en cinco años como máximo — de
hecho pienso en diez años, pero bien podrían ser cinco. En
cualquier caso, el mundo parece feo, malo y sin esperanza. Eso
es la desesperación tranquila de un viejo que morirá dentro de
él. Pero justamente resisto y sé que moriré en la esperanza,
pero esta esperanza hay que fundarla.
Hay que intentar explicar por qué el mundo de ahora, que es
horrible, es sólo un momento en el largo desarrollo histórico,
que la esperanza ha sido siempre una de las fuerzas dominantes
de las revoluciones y de las insurrecciones, y explicar cómo
siento todavía la esperanza como mi concepción del porvenir.
Jean-Paul Sartre