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¿Qué hacer con nuestro cerebro? no es una pregunta reservada a los filósofos, a los científicos o a los políticos, es una pregunta para todo el mundo. Una pregunta que debe permitirnos comprender por qué, aunque el cerebro es plástico, libre, nosotros, todavía y en todas partes, estamos «tras las rejas»; por qué, aunque la actividad del sistema nervioso central tal como actualmente aparece a la luz de los descubrimientos científicos, propone sin lugar a dudas a la reflexión una idea completamente nueva de la transformación, nosotros pese a todo tenemos la sensación de que nada se transforma.
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El
cerebro no es un puesto de mando rígido ni centralizado. Es
plástico, cambia con el curso de la vida, se deja modelar
por la experiencia, también se repara. Todo el problema
consiste en no confundir plasticidad y flexibilidad, en no convertir el
cerebro en el servidor biológico de la adaptabilidad, de la
polivalencia y de la docilidad exigidas por las nuevas leyes de la
economía mundial. La pregunta que aquí plantea
Catherine Malabou es la siguiente: ¿cómo hacer
para que la conciencia del cerebro no coincida lisa y llanamente con el
espíritu del capitalismo?
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