Digámoslo sencillamente: Maurice Blanchot es uno de los mayores, uno de los más raros escritores del siglo veinte. Afirmación que este siglo demasiado a menudo se ha dedicado a traducir en leyenda — o en proceso.
Según la inevidencia de mitologías tenaces, Blanchot habría sido el gran ausente, el fantasma invisible, el autor ilegible de una obra totalmente abstracta, un hombre literariamente terrorífico, políticamente impuro. Nadie mejor que él, sin embargo, habrá preguntado por la presencia, la visibilidad, la legibilidad, la vitalidad, la culpabilidad y la posibilidad del escritor. Por este trabajo, por este combate, Blanchot habrá fascinado y habrá exaltado a los mayores creadores contemporáneos de formas y de pensamientos (de formas de pensamientos), comenzando por sus dos amigos más íntimos, Emmanuel Levinas y Georges Bataille.
A su vez le corresponderá a este ensayo interrogar la presencia, la visibilidad, la legibilidad, la vitalidad, la culpabilidad y la posibilidad de lo biográfico, en una vida y en una obra, en una vida hecha obra, una vida mantenida en los más ex-tremos enfrentamientos con la muerte. Quizás, Maurice Blanchot (1907-2003) habrá sabido tener una vida aparte de su obra de escritor, pero, precisamente en cuanto escritor, ha sabido como nadie que su vida consistía en cargar con la muerte que el escribir le aportaba y que, mortal para sus intereses, le obligaba a mantenerse en ella, a su altura y siempre en sus inmediaciones.
Vivir para escribir. Escribir para morir. Obra de escritura. Obra de muerte. Desobra.
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La fama de autor «difícil» que tiene Blanchot no resistirá el empuje de este libro que, con una lectura completa de su obra, un amplio repaso a las circunstancias que han rodeado su producción y una detenida inmersión en las motivaciones profundas que la han conducido, facilita extraordinariamente la comprensión de un pensamiento que, buscando explicarse más que queriendo esconderse, se ha plasmado con rigor, cons-tancia y potestad en una de las escrituras más brillantes del siglo XX.
Christophe Bident combina el repaso exhaustivo de una obra extensa, el análisis cuidadoso de las nociones que la orientan y la exposición detallada de las diversas exigencias que la constituyen (literarias, éticas, políticas e incluso filosóficas) para entregar una lectura limpia de la obra de Blanchot, biográfica, fundada en la exposición de una vida a la que no se le ha ahorrado su lado sombrío (su primitiva alineación con el nacionalismo de extrema derecha), pero de la que se ha excluido la voluntad de alimentar o de destruir ningún mito, obligándose a mantenerse apartado tanto de la insidia como del elogio desmedido (ambos hijos de la ignorancia).
Que el «ensayo biográfico» que Cristophe Bident ha escrito sobre su vida y su obra haya terminado poseyendo una gran belleza literaria es algo que cual-quier lector de Blanchot siempre habrá de agradecerle.
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El diccionario de la RAE define al partenaire como aquella «persona que interviene como compañero o pareja de otra en una actividad». La siempre cuidadosa Academia, que se ha atrevido a incluir esta palabra en su diccionario, debería quizás haber dicho «participa» antes que «interviene», puesto que, de acuerdo con su carácter «particionario» (palabra hasta la que nos gustaría haber llegado para sustituirla), el partenaire forma hasta tal punto parte de la empresa en que interviene que sin él no la habría.
Uno de los muchos desafíos que afronta Christophe Bident a la hora de proponer una biografía de Maurice Blanchot está en la inclusión de esta palabra, y de esta función —el papel del partenaire—, como clave interpretativa no sólo de una vida y de una obra (las de Maurice Blanchot, objetos de biografía), sino para la detección del lugar que en esa empresa ocupa, en varios niveles, tanto el autor como el lector no sólo de aquella obra, sino también de esta obra. Reclamando ambas, en trato abierto con lo imposible, su invisible partenaire.
Quédese el lector con su curiosidad por saber acerca de quien practicó la invisibilidad como un régimen de vida, aquí se trata de algo más que de recorrer un anecdotario — se trata de que, aquí o allí, siempre en el lugar del otro, en la forma de la amistad y absolutamente aparte de su tenebroso reverso que es el resentimiento, a ti invisible particionario se te ha permitido participar.
