No sé qué escritor comparaba el tedio
con un cáncer del alma. A cada cual su tedio. El
mío se parece más a una úlcera de los
humores con accesos de acidez que ataca a la materia con que
están tejidas en particular las grandes ideas — y
que las deja hechas jirones. Pirrón inventó una
duda sistemática, Descartes una duda metódica; en
cuanto a mí —y a mi pesar— practico una
duda patológica. Ahora bien, alcanzado ese estadio
inquietante de escepticismo, no encuentro en mí la fuerza
para hacer que vivan —como dicen los pedagogos— los
autores y sus doctrinas. Y heme aquí reducido a desmigajar
en un vademécum algunos sofismas para mí
sintomáticos de la alergia que me inspiran su
metafísica y su moral a las cuales me parece que lo
único que les conviene son los términos
blablablá y blibliblí.
Frédéric Schiffter